SOBRE SAN EUTROPIO Y SUS RELIQUIAS

 SOBRE SAN EUTROPIO Y SUS RELIQUIAS


SOBRE SAN EUTROPIO Y SUS RELIQUIAS

          Hace cinco años al hablar de la fiesta de nuestro Patrón San Eutropio terminaba con estos párrafos sobre su fiesta y como se celebraba:

          “Desde este periodeo (finales del siglo XII), la Fiesta del Patrón tuvo gran aprecio, más aún, si se tiene en cuenta que era en primavera, y el inicio de la llegada los esquiladores para sus labores del recorte de los vellones de lana, llenaban el pueblo de bullicio y novedades. Efectivamente hubo largos periodos en que se llegaron a esquilar más de setenta mil ovejas entre los cuatro corrales de esquileos locales, y se necesitaba la contratación de estos expertos dando lugar a competiciones y chanzas. De esta manera la Fiesta de San Eutropio tenía una gran celebración. Se representaban autos sacramentales, se contrataban a organistas para acompañar al Santo en las misas y procesión por las calles del concejo. Se realizaban competiciones y juegos de alancear toros y jugar cañas en la plaza de la de Corredera (plaza que en 1748 fue considerada en el puesto nº 11 de plazas de toros de España hechas de fábrica). Algunos de los participantes se hicieron famosos por su habilidad como mejores jinetes del Reino en estos juegos, destacando en ciudades como Segovia, Ávila, Valladolid y Madrid. El más famoso a finales siglo XV fue Alonso Sánchez Ybáñez, hijo de Juan Sánchez Bermejo Ybáñez, descendiente de las familias más antiguas de pueblo. Pero cuando en 1618 el fervor a un milagroso crucifijo situado en la Ermita de Santa María de Caloco cobro un inusitado protagonismo, llegando a desplazar a la Virgen de su altar mayor, las celebraciones a la Exaltación de la Cruz el 14 de septiembre, empezaron a mermar el protagonismo de la fiesta de San Eutropio. Esto unido con la progresiva decadencia de la Mesta y el declive del mundo de las ovejas, hizo que la actividad del esquileo, se viera irremediablemente más reducida. Por si ello fuera poco, hay que contemplar que cada vez se aprovechasen más tierras para las recolecciones de heno para el ganado vacuno, y dichas faenas de recolección podían llegar hasta pasado el mes de agosto. Todo lo cual trajo como consecuencia, que las fiestas de septiembre fueran tomando poco a poco mayor relevancia en detrimento de las del Patrón. A pesar de todo, al día de hoy, El Espinar sigue celebrando su fiesta de San Eutropio, aprovechando la fecha para la realización de su Semana Cultural, que hace más de cincuenta años puso en marcha la AJE (Asociación de Jóvenes de El Espinar), y que en nuestros días el Ayuntamiento y la Parroquia continúan con cariño al Santo Patrón. Con este mismo cariño desde hace muchas décadas los munícipes tienen a gala ser los portadores de las andas durante la procesión por las calles de la Villa y muchos feligreses aprovechaban a confesar y comulgar en este día y llevar a cabo el cumplimiento patronal.


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          No quisiera acabar mi relato sin mencionar otro pueblo que tiene también como patrón al primer obispo de Saintes. A mediados del siglo XV Juan Ponce de León se encontró sitiando dicha ciudad francesa. Los días pasaban y la ciudad se defendía con coraje. Ponce de León al mando del ejército castellano recurrió a San Eutropio prometiéndole que, si conseguía tomar la ciudad, fundaría otra en sus tierras sevillanas y levantaría una iglesia en su nombre. De esta forma nuestro Santo Patrón lo es también y preside la bonita iglesia de Paradas (Sevilla). Levantada unos pocos años después, fue reconstruida y ampliada en el siglo XVIII. Siendo reconocido el patronazgo el 15 de julio de 1758. Así Paradas es hoy una espléndida población con cerca de 7.000 habitantes, donde el 15 de julio celebran y sacan con gran fervor en procesión por las calles a San Eutropio”.

           Bien, desde entonces, desde esa publicación en algunas redes en los recluidos días de la Pandemia, he seguido con mis pequeñas indagaciones sobre la Historia de El Espinar. En ellas, revisando y contrastando unos datos, he encontrado un texto donde se hace alusión a San Eutropio, su martirio y sus reliquias. Inmediatamente, esto último atrajo mi atención enormemente.


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           Del martirio, ya tenía algún conocimiento de cuando fuimos en 1997 en peregrinación a Saintes (Francia) por el VII Centenario de la Carta Puebla y pudimos contemplar la basílica gótica con la extraordinaria cripta románica donde se localiza el sarcófago con los restos de nuestro Santo Patrón. Más la reseña abría un capítulo muy atractivo sobre el tema de alguna de sus reliquias. 

          Para situarnos en el personaje del martirizado obispo San Eutropio y El Espinar, me parece oportuno recordar un poco de historia: En el año 1169, Alfonso VIII de Castilla (el de Las Navas de Tolosa), superada la mayoría de edad y proclamado rey con 15 años, fue desposado con la princesa Leonor Plantagenet, hija del rey Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, que había sido reina de Francia por su primer matrimonio con Luis VII. Ese matrimonio pactado entre las coronas de Castilla e Inglaterra llegó a tener amor y armonía. Tuvieron catorce hijos, aunque tan solo nueve llegaron a la adolescencia, y de ellos seis fueron reyes de diferentes reinos. Excepcionalmente fueron abuelos de dos “reyes santos” (Fernando III de Castilla y León y Luis IX de Francia), descendiendo de ellos todas las actuales casas reales de Europa. La dote de la princesa fue el Ducado de Gascuña, situado en el extremo suroeste de Francia, y sobre el que la corona de Castilla tenía ciertas pretensiones que nunca se llegaron a alcanzar. 

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          Según la “FUNDACIÓN, NOBLEZA Y COSAS MEMORABLES DE LA VILLA DE EL ESPINAR” de Don Tomás Bañez de Ribera escrita en 1649 “en dicha dote de la princesa iba incluida una ganadería de 40.000 ovejas, que se conocieron como merinas, pues llegaron por mar a las costas castellanas del puerto de Santander”. Una vez acabados los fastos de los desposorios, los nuevos reyes castellanos, decidieron enviar dicha cabaña de ovejas a pastar al gran valle segoviano, situado al noroeste de la sierra del Guadarrama, y que hoy forma parte del corazón del Término Municipal de El Espinar. Con los avances en la Reconquista logrados durante el reinado de Alfonso VI, las Comunidades de Ciudad y Tierra de Segovia, Ávila, y Salamanca habían tomado posesión de los nuevos territorios hasta Toledo, donde dicho monarca estableció su residencia durante largos periodos. En algunos casos en connivencia y acuerdos con los musulmanes. Igualmente, durante la minoría de edad de Alfonso VIII, la resistencia al poder almohade estuvo en manos de musulmanes hispanos, como el llamado “Rey Lobo” (Ibn Hamuscko), las mencionadas milicias concejiles de Toledo, Talavera, Segovia, Ávila, Huete, Salamanca, y caudillos fronterizos como Fernando Rodríguez de Castro, pero a partir de 1169, Alfonso VIII, en persona, llevo a cabo el gobierno del reino y una campaña de consolidación de los territorios. De ahí el establecimiento del asentamiento ganadero de la cabaña de ovejas de la dote de Leonor en una zona de paso tan importante como es este valle de la vertiente septentrional de la sierra del Guadarrama, entonces conocida como “Sierra del Dragón”. A cargo de la citada ganadería vinieron algunas personas de la comitiva de la nueva reina, (Tomás Bañez de Ribera en su escrito los define como “deudos” [parientes] de Leonor) de tal manera, que al poco de llegar, decidieron levantar una iglesia al santo de su devoción, San Eutropio, cuyos restos, como ya hemos visto, se encuentran en la basílica de su advocación en Saintes. Estas gentes encargaron a un escultor de su tierra de origen, conocedor de la imaginería de la zona, que les tallasen una escultura de San Eutropio para que presidiera su iglesia, siendo esta, la imagen que se saca todos los años en procesión por las calles de El Espinar el treinta de abril, fecha en la que la iglesia católica celebra su martirio. Desde entonces, como ya hemos visto, se venera a este primer obispo y mártir de la ciudad de Saintes, como patrón de El Espinar. En 1997 se llevó a cabo una restauración de dicha talla, y los técnicos del taller de Simancas de la Junta de Castilla y León que intervinieron en ella nos ratificaron que una vez analizados talla, pigmentos, texturas, tratamientos de la policromía y pintura, estaba claro que era una pieza para retablo realizada a finales del siglo XII en la zona francesa de la Santonge, es decir en el ducado de Aquitania. Desde entonces, debió de haber una cierta relación, de estos territorios con la corona de Castilla pues ya en 1172, Alfonso VIII ratificó la delimitación realizada por su abuelo, ante una reclamación de la “Universidad de Ávila” sobre el Campo Azálvaro, los mismos reyes pasaron temporadas en Segovia, donde nació su primera hija Berenguela en 1180, y después de fundar el Monasterio de Santa María de la Huelgas de Burgos en 1187, nuestra aldea de Santa María de Prados estuvo vinculada a dicho monasterio en varias ocasiones.

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           Igualmente, Bañez de Ribera nos cuenta que, según la leyendaSan Eutropio se apareció a un pastorcillo que cuidaba de su ganado frente a una fuentecilla, y le pidió que fuese a todos los moradores de los antiguos caseríos del valle, y les dijese, que Dios quería que viniesen a habitar y formar pueblo en este cerro. Que edificasen una iglesia junto a la misma fuente, e hiciesen patrón al mismo San Eutropio. Y que él intercedería para que el lugar fuera aumentado y celebrado…” 

          En El Espinar a finales del siglo XII se levantó la iglesia a su Santo Patrón. Por la información que nos ha llegado, debió de tratarse de una construcción de una amplia nave, con al menos tres altares principales, el de San Eutropio, otro a Nuestra Señora de la Concepción, y el tercero que se alude a “Nuestro Señor”, pero no sé si se refiere al Santísimo, o algún crucifijo. También disponía en el exterior de galerías de arcos en los laterales “en los arcos de la iglesia que salen al cementerio que llaman los “Casetones”, y una torre de tres cuerpos. En el siglo XVI, después de la rehabilitación del incendio del 18 de septiembre de 1543 (parece que cinco años después la iglesia se había recompuesto y no necesitaba grandes cosas), y teniendo en cuenta el incremento de población experimentado por el Concejo desde la edificación a finales del XII, se decidió acometer la gran ampliación del templo, añadiendo un crucero y cabecera de grandes dimensiones, un recrecimiento de la bóveda de la nave y un cuerpo más en la torre, quedando como la contemplamos en la actualidad, a excepción de la sacristía y la “Puerta del Sol” que se edificaron en el primer tercio del siglo XVIII como pone grabado en dicha puerta y que muchos visitantes confunden con la construcción de todo el templo


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           Hay varias teorías sobre la vida de San Eutropio. Algunos estudiosos le sitúan en el siglo III, y otros como Gregorio de Tours en “In Gloria Martyrium” afirman que, Eutropio perteneciente a una familia de la nobleza persa vivió en el siglo I en la zona de Galilea. Una vez convertido al cristianismo, el obispo Clemente (Papa entre los años 88-97) le envió a predicar a la Galia junto a San Denís. Después de un tiempo sin conseguir adeptos, volvió desanimado a Roma, donde Clemente de nuevo, le animó a volver con constancia en su empeño de llevar la palabra de Cristo a la Galia. Eutropio regresó a Saintes donde predicaba con ánimo la palabra de Cristo, consiguiendo convertir y bautizar a muchos gentiles, entre ellos a la hija del Gobernador, llamada Eustela. Ante esto, la furia del jerarca fue tal que, expulsó de la ciudad a Eutropio, que se vio obligado a refugiarse en un tugurio de madera a las afueras de ella, lugar donde siguió predicando, llegando a ser nombrado Obispo. Un tiempo después, el Gobernador, ante el éxito de los predicamentos de Eutropio, encolerizado, decidió acabar con él, así pues, un 30 de abril le dio martirio y acabó con su vida de un hachazo en la cabeza. Eutropio fue enterrando en su tugurio. Siendo este el lugar elegido siglos después para levantar la basílica con sus reliquias. La fama de San Eutropio fue aumentando por sus milagros, y su basílica se convirtió en centro de atracción religioso, al cual acudían multitud de peregrinos “… los que allí llegan, afligidos de toda clase de enfermedades son rápidamente curados, los cojos se restablecen, los ciegos encuentran la luz, el oído se devuelve a los sordos, los posesos son librados, las cadenas de hierro, las esposas y otros instrumentos variados de hierro, de los cuales, el bienaventurado Eutropio ha librado a los prisioneros, están allí colgados”. Al parecer los cautivos que habían estado en galeras, cárceles o mazmorras, si conseguían salir con vida, le ofrecían como acción de gracias a San Eutropio las cadenas que habían soportado durante su pena, dejándolas colgando a sus pies. De ahí las argollas que se pueden contemplar a los pies de la imagen de nuestro patrón situada, al día de hoy, a los pies de la nave, en el bajo coro. Otros muchos, le atribuyen la cualidad de conseguir trabajo a los que se lo piden con autentica fe. Durante la Edad Media la ciudad de Saintes, de origen romano y atravesada por el rio Charente, se encontraba en un punto estratégico de la Vía Turonensis a su paso por el ducado de Aquitania. Era la capital de la región de la Santonge, una importante área de religiosidad y de acogida de peregrinos. En aquel tiempo las peregrinaciones a Santiago estaban en pleno auge. El mismo Guillermo X, padre de Leonor de Aquitania falleció peregrinando a Compostela, quedando Leonor como duquesa en pleno derecho del territorio más grande de Francia.

           Una vez centrados en la historia y el personaje, antes de entrar en el tema de la reseña, quiero comentar sobre la palabra reliquia. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es una parte del cuerpo de un santo. Las reliquias son objetos, a menudo de gran importancia histórica, cultural o religiosa, que han sido conservados en el tiempo. La veneración de las reliquias nos recuerda la acción salvadora de Cristo. Han fascinado a la humanidad durante siglos, representando no solo objetos tangibles, sino también conexiones profundas con la historia, la espiritualidad y la identidad. Para los cristianos hay tres tipos de reliquias:

1.- Primera clase: En esta calificación se encuentran los restos físicos de una persona santa, como huesos, cabello u otras partes del cuerpo. Tienen un inmenso significado religioso para millones de fieles.

2.- Segunda Clase: En esta clasificación están los objetos que fueron poseídos o utilizados por un santo. Por ejemplo, las vestimentas usadas por una figura sagrada.


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3.- Tercera Clase: En esta se encuentran los objetos que han estado en contacto con las reliquias de primera o segunda clase. Por ejemplo, un trozo de tela que ha tocado la reliquia de un santo se convierte en una reliquia de tercera clase.           

          En la antigüedad se veneraban las reliquias, creyendo que tenían poderes extraordinarios. En el cristianismo, las reliquias ocupan un lugar de gran importancia. Históricamente cuando en un lugar se quería construir una catedral, basílica etc., primero había que conseguir una buena reliquia, y a su alrededor se creaba toda una estrategia para conseguir los fondos necesarios para el proyecto catedralicio. Algunas catedrales e iglesias llegaron a concentrar varias reliquias significativas, entrando a formar parte de su tesoro y atrayendo a peregrinos de todas partes que buscaban bienes espirituales o sanaciones. La creencia en los prodigios que se obtenían de las reliquias frecuentemente llegaba al punto de ver en ellas poderes milagrosos, de forma que se creaba toda una veneración y respeto por parte de los creyentes. Uno de los usos más cotidianos de las reliquias se encuentra en las aras de las mesas de altares, esos trozos de piedra/mármol, etc. que se situan en el centro de las mesas de celebrar la eucaristía. En otros casos se metían en estuches o urnas, normalmente muy elaboradas con apliques de plata y oro para hacer de la reliquia un objeto precioso digno de veneración.   

          Pero volvamos a la citada reseña porque nos habla del martirio del Santo Patrón y una peculiar reliquia: “… el más avezado de los guardias, sin mediar palabra, tiró del hacha que portaba propinándole un terrible golpe en lo alto de la cabeza, quedando está dividida en dos, y provocando la inmediata muerte de Eutropio. Sus seguidores y Eustela misma se dispusieron a velarle y darle sepultura allí mismo. Un tiempo después, el obispo San Paladio I que gobernó la iglesia de Saintes desde el 370 al 380, hizo el trasladó el 14 de octubre del año 375 de los restos del primer obispo martirizado de la ciudad, a la iglesia de San Esteban de Saintes, ahora desaparecida, pero cuando abrieron el sepulcro para dicho traslado, dos de los sacerdotes, con el sepulcro abierto, miran el cuerpo del Santo y ven la cicatriz de la cabeza que había sido hecha con un hacha. Para que esta constatación no perdiera su valor, un milagro vino a fijar la lección que comportaba. La noche siguiente al traslado, mientras los sacerdotes gustaban un dulce sueño, Eutropio se les apareció y dijo: "La cicatriz que habéis visto en mi cabeza, sabed que es la señal cierta de mi martirio". Como he comentado, del terrible hachazo en la cabeza de Eutropio, esta quedó dividida en dos, de forma que el trozo más pequeño quedó separado del resto junto con el trozo de sesos correspondientes. “Ante tamaña escena, Eustela sobrecogida, se hizo con dicho trozo y con veneración lo depositó en su velo guardándolo como reliquia.

Dicha pieza fue pasando de mano en mano creciendo cada vez más su estimación y llegando a ser la base de leyendas que hablaban de los milagros más prodigiosos que la imaginación de aquellos tiempos pudieran recrear. Una de las más famosas y populares dice que periódicamente, cada ¿7? años, la sangre y el trozo de los sesos secos que albergaban el pedazo de cráneo recogido por Eustela, se volvían viscosos y blandos desprendiendo un intenso olor a rosas que embriagaban a los que estaban a su alrededor aconteciendo todo tipo de prodigios, apariciones, desapariciones y fenómenos asombrosos que daban más pie a todo tipo de leyendas, historias y cantares.

 

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          Parece que desde que los restos del cuerpo del primer obispo martirizado fueron depositados en dicha iglesia de San Esteban de Saintes, estos fueron objeto de veneración e importantes peregrinaciones. De forma que unos siglos después, se acometió la construcción de un templo en su advocación. Por el año 1081, a iniciativa del duque de Aquitania y conde de Poitiers, Guillermo VIII (a su vez abuelo de Guillermo X que murió en su peregrinaje jacobeo como he comentado), se empezó la basílica de San Eutropio de Saintes. Esta fue confiada como modesto santuario de la benedictina abadía de Cluny. Desde el principio se concibió como un templo de peregrinación con dos niveles, iglesia arriba y cripta debajo, y fue consagrada por el Papa Urbano II en 1096. El sepulcro con los restos fue depositado en la cripta, y desde entonces ha sido visitado por infinidad de peregrinos. Todo esto coincidía con la nueva espiritualidad de la época surgida alrededor de las “reliquias” a partir de la Reforma Gregoriana, y ayudó significativamente a la edificación de templos y catedrales. 

          Hasta aquí en cuanto a los restos más importantes, pero ¿qué trayectoria tuvo ese otro trozo de la cabeza de San Eutropio? ¿Qué cadena de acontecimientos se dieron a lo largo de los tiempos, desde que Eustela lo envolvió en su velo guardándolo con veneración como reliquia por aquellos tiempos donde el cristianismo empezaba su andadura por el occidente de europeo? 


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          Teniendo en cuenta que la reseña dice: “dicha pieza fue pasando de mano en mano creciendo cada vez más su estimación y llegando a ser la base de leyendas que hablaban de los milagros más prodigiosos …”, no sería de extrañar que la valorada reliquia del trozo de cráneo de San Eutropio hubiera llegado a las manos del duque Guillermo VIII de Aquitania (bisabuelo de Leonor de Aquitania y esta a su vez madre de la esposa de Alfonso VIII), que según parece tuvo gran devoción e impulsó la construcción de la  primera iglesia al obispo martirizado. Cuando en el verano 1170 se llevó a efecto el desposorio de Alfonso VIII con Leonor, estos tenían respectivamente apenas 15 y 10 años. Según una crónica, al despedirse, la aún niña, Leonor de su madre, surgieron lágrimas de los ojos de ambas. Los intereses políticos de Castilla, Inglaterra y el ducado de Aquitania urgían una rápida consolidación de las relaciones, en oposición a la alianza entre las coronas de Francia y Navarra. Tres décadas después, considerando la política de matrimonios habitual entre los diferentes reinos, se decidió una mejor relación con la corona de los francos. Por esta causa, la madre de nuestra reina Leonor, es decir la singular Leonor duquesa de Aquitania y Poitiers, que había sido reina consorte de Luis VII de Francia, que había  exigido acudir con él a las cruzadas a Tierra Santa, argumentado ser la mayor feudataria de reino franco, que una vez anulado ese matrimonio, casó con Enrique  II de Inglaterra, al cual se enfrentó con mano de hierro para proteger los derechos dinásticos de sus hijos (lo que le supuso que su real esposo la confinara durante casi quince años en un castillo bretón), la que había fundado varios monasterios y conventos en sus dominios, algunos para acoger a mujeres de la Corte que quedaban viudas y desamparadas, en el año del Señor de 1200 y con 78 años de aquella época, decidió hacer el viaje hasta Castilla para elegir la nieta adecuada para ser consorte de Francia, aprovechar para ver a su hija y conocer a sus ocho nietos. 


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          Continuando con la reseña “…casi seiscientos años después, la reliquia conseguida tras muchos ruegos y pagada a buen precio, era venerada y custodiada en la colegiata de San Eutropio de El Espinar, y era recogida en su Inventario de 1758 como uno de los tesoros más apreciados de la Villa”. Nada más ver este último párrafo me vino a la mente el recuerdo del “Inventario de 1758” que, hace casi tres años tuve la curiosidad de transcribir. Es un interesantísimo documento que figura en el Archivo Parroquial de San Eutropio correspondiente al 31 de octubre de aquel año. Tal inventario fue motivado por el relevo en el cargo del responsable de los enseres pertenecientes a la Colegiata de San Eutropio. El nuevo firmante es Gerónimo Fernández García que ejercía como “Escribiente de la Sacristía”, en sustitución de la vacante dejada por el fallecimiento de José Ángel Fernández. Actuaron como representantes de “la Principal” Manuel González Zamorano, nacido en 1710, y Juan Manuel González Herranz de Acinas, nacido en 1724, ambos de El Espinar que figuran como “fiadores llanos y principales cumplidores y fiadores” y que ven necesario hacer dicho inventario. Firman como testigos del vecindario Florencio Testillano del Rey (natural de Navas del Marqués), Luis Fernández, nacido en 1724, y Manuel Yagüe García, nacido en 1717, mientras que Gerónimo Bernardo Fernández, Manuel González Zamorano y Juan Manuel González figuran como clérigos, por último, aparece Juan Manuel Bernardo Yagüe como escribano público del Rey y del Concejo de la Villa. 


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          El Inventario consta de cuarenta y siete hojas encuadernadas, donde se recoge una retahíla de diferentes tipos de ropas y complementos ceremoniales de diferentes colores para cada época litúrgica del año. Igualmente, del ajuar de altares, palios, estandartes, pendones, mangas, mantas, alfombras, etc., todo con una detallada descripción de las telas, sus texturas, filigranas y pasamanerías, dignas de un estudio aparte. Otro tanto ocurre con las 121 diferentes piezas litúrgicas de orfebrería, en su mayoría de plata. También recoge otros elementos como libros, misales, aras, cuadros, espejos, mobiliario, etc. En varios casos se hace referencia a los donantes (cerca de cuarenta registrados) de las diferentes piezas, personajes que en su mayoría concuerdan con sus correspondientes partidas de bautismo recogidas en los libros del Archivo Parroquial. Y efectivamente, en la página 29, entre las piezas de orfebrería figura la siguiente descripción: “Una Reliquia de San Eutropio metida en urna de plata con su pie que dice San Roque, y que “La dio María Ybáñez con su pie ovalado todo de plata”. “Otra (ovalada) en caja ovalada que no sé qué reliquia sea, pero bajo de ella dos cabezas de ángeles y otras cuatro en los ángulos de los óvalos, pie de plata redondo” 

          Por desgracia, como es sabido, cuando en 1814 el encono de José Bonaparte llego a su límite por los continuos enfrentamientos de las tropas francesas con las guerrillas locales, siguiendo la línea de los hábitos gabachos a lo largo de la historia, de espoliar todo lo que se encuentran a su paso (así se pueden tener muchos Louvres), y con la excusa de esas reyertas para hacer desaparecer la villa, puso una multa de rápida ejecución, de forma que, de no ser satisfecha en un breve periodo de tiempo, el pueblo sería arrasado, tal y como ocurrió en otros lugares, como Casarrubielos que, sufrieron la ira del ejército francés siendo reducido a cenizas. El conocido popularmente como “Pepe Botella” sabía muy bien la pauta a seguir para que las tropas galas se llevaran un buen botín. Ante esta desesperada y apremiante situación, el alcalde de El Espinar, Juan Antonio Álvarez Carnicero, los regidores del Ayuntamiento y vecinos recurrieron a las jerarquías del Obispado para que se diera permiso para utilizar las piezas de valor de uso litúrgico de la Colegiata de San Eutropio y de la Esclavitud del Stmo. Cristo con la intención de pagar dicha multa. El Obispado dio su permiso, y el día 5 de julio con la anuencia del párroco, el Ayuntamiento y los representantes de la Esclavitud, se pagó la cuantiosa multa. (En otros documentos aparece la fecha del 12 de octubre de 1814 como la fecha de tan doloroso saqueo). Pesaron las alhajas aportadas por la Esclavitud noventa y seis onzas que importaron 7.044 reales de oro. Enorme suma para aquella época y que suponía todo lo que tenía de valor la hermandad. No tengo datos de a cuanto ascendió la aportación de la antigua Colegiata de San Eutropio, pero está claro que se perdieron piezas de un inmenso valor, tanto material, como histórico, artístico y sentimental, acumulados a lo largo de sus más de seis siglos de historia anterior a 1814. Y claro está, entre esas piezas, fueron incluidas las urnas de plata con sus pies ovalados con las reliquias de San Eutropio y San Frutos, que como hemos visto estaban inventariadas en 1758. Milagrosamente se pudieron salvar algunas piezas, quizá por no encontrarse a mano, como la Cruz de Santa María de la Losa, la custodia y alguna pieza más de uso litúrgico que aún se conservan.

 

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          Respecto a la descripción de “Otra obalada en caja ovalada que no sé qué reliquia sea…”, creo que he dado con su contenido y origen, pues en el testamento de Gabriel Márquez de Prado de 1709, en las páginas 10 y 11 dice: “MANDO A LA IGLESIA PARROQUIAL DEL SEÑOR SAN EUTROPIO DE LA DICHA VILLA DEL ESPINAR LA RELIQUIA QUE TENGO ENGASTADA EN PLATA DEL SEÑOR SAN FRUTOS PATRON DE ESTE OBISPADO PARA QUE EN SU DÍA SEA ADORADA Y BENERADA CON LA FE DEVOCION Y REVERENCIA QUE SE ACOSTUMBRA HACER EN DICHA IGLESIA DE SEMEJANTES RELIQUIAS”. Así pues, si se cumplió la “manda”, el misterio de esta reliquia del Santo Patrón de todos los segovianos quedaría resuelto.          

          Como hipótesis, y solo como tal, de haber estado la reliquia del trozo de cráneo de San Eutropio en manos del ducado de Aquitania, y teniendo en cuenta esa espiritualidad alrededor de las reliquias en la época, ya comentada, y ante las peticiones de nuestros clérigos espinariegos solicitando alguna reliquia del Santo Obispo, ¿sería la visita de la gran Leonor de Aquitania en 1200 a Castilla la ocasión para que dicha reliquia viajara hasta la recién edificada iglesia de El Espinar? Creo que nunca sabremos con certeza cuales fueron las vicisitudes que dieron con dicha reliquia, de primera clase, en nuestra iglesia de San Eutropio, pero, en cualquier caso, debemos también analizar la otra reseña que aparece en el Inventario de 1758: “La dio María Ybáñez. 

          En principio, lo que sé de María Ybáñez es que nació en 1563, hija del Dr. Mateo Ibáñez de Ribera (nacido en 1525) y de María Bernaldo Márquez de Prado (que falleció en 1587). Fue hermana de Tomás Bañez de Ribera, autor del texto sobre los orígenes de El Espinar, y fueron sus padrinos de bautismo ¿……? Mexía, Alonso Márquez de Prado y doña María de Prado (personaje conocido por su singularidad y extraordinario testamento). También me consta que la donante María Ybáñez profesó como monja en Salamanca. 

          Una vez contrastada la existencia de esta donante espinariega, y de su parentela en el siglo XVI, nos surge la intriga de ¿qué reliquia es la que dona?, ¿cómo llega hasta sus manos y cuando hace entrega de ella? De haber sido antes de que su hermano Tomás Bañez escribiera su “FUNDACIÓN, NOBLEZA Y COSAS MEMORABLES DE LA VILLA DE EL ESPINAR” en 1649, ya mencionada, él habría hecho algún comentario sobre tan singular pieza de veneración, máxime si tenemos en cuenta la literatura utilizada en dicho texto. Por otro lado, la transcripción tiene errores. De hecho, nada más empezar dice Otra obalada y esta tachada. Continua “encaja obalada queno se que reliquia sea pues vajo deella dos Cabezas deAngeles y otras quattro en los angulos de dichos obalos, pie deplata redondo” A ver, ¿ovalado o redondo? Claramente el texto está mal transcrito. Por supuesto, es muy extraño que, al pie de la urna de plata con la reliquia, en vez de poner “San Eutropio”, pusiera “San Roque”, ¿pudo ser un reaprovechamiento la caja relicario de San Roque, para incorporar la histórica reliquia del cráneo del obispo martirizado San Eutropio?, o ¿pudo ser que, en el error de transcripción y registro, estuviese realmente hablando de tres reliquias diferentes? La de San Eutropio, que parece que el “Escribiente de la Sacristía” Gerónimo Bernardo Fernández, lo tiene claro al referirse a ella y la nombra la primera, la de San Roque, que fuera la donada por María Ybáñez, según la inscripción, y la de San Frutos, otorgada en su testamento por Gabriel Márquez de Prado. Y si la transcripción correcta hubiera sido -“Una Reliquia de San Eutropio metida en urna de plata con su pie” (esta sería la de San Eutropio), - “Otra que dice “San Roque”, y que “La dio María Ybáñez” con su pie obalado todo de plata”, y por último -“Otra en caja obalada que no se que reliquia sea, pues vajo de ella dos Cabezas de Angeles y otras quattro en los ángulos de dichos obalos, pie de plata redondo” (esta sería la de San Frutos). 

          Sea como fuere, cuando en 1814 los franceses arramplaron con el botín, seguro que a ninguno de los gabachos se la pasó por la cabeza el valor del contenido existente dentro de las dos, o quizá tres, cajas relicarios, y menos el origen franco de una de ellas. ¿Volvió la reliquia a territorio francés?, o se ¿vaciaron los contenidos arroyándolos en cualquier vaguada, y solo conservaron la plata de las urnas como botín? O, … de nuevo, solo como hipótesis, si alguien consciente del gran valor del contenido de las urnas relicarios las hubiera vaciado y con gran celo las hubiera depositado en alguna discreta caja de madera y puesto a buen recaudo, pero que por los avatares de las circunstancias, no hubiera podido transmitir su localización, permaneciendo ocultas en algún recóndito escondite en la iglesia de San Eutropio, sería el argumento de que, el Santo Patrón pudiera seguir protegiendo a este, su pueblo, de grandes males. Así la mano protectora librara de la destrucción total del templo durante la Guerra del 36, a pesar de ser frente continuo, o que cuando uno de los feligreses se precipitara por la “Ventana de Diablo, o Agujero de Judas” de la torre, se salvara al caer sobre un carro de heno que pasaba en ese instante en la primera mitad del pasado siglo, y que esa misma mano evitara que cuando hace un tiempo se desprendió un trozo de piedra de cornisa de la nave, cayera sin dañar a nadie. Y siguiendo la leyenda “…y que él intercedería para que el lugar fuera aumentado y celebrado…”, sea la causa de que este municipio, como muy pocos de esta Comunidad, esté aumentando sus habitantes, con un singular crecimiento de su población infantil y juvenil. 

          En cualquiera de los casos, esperemos que allá donde esté siga protegiendo a este su pueblo. ¡¡VIVA SAN EUTROPIO!! 

   

                                                                                       Servando Hurtado Gonzalez

                                                                                       Marzo de 2025

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