EL CAMPO AZALVARO - EL ESPINAR por Servando Hurtado

Servando Hurtado
La Historia del Campo Azálvaro (voz islámica que significa “campo de Álvaro) va ligada, a lo largo de los tiempos, a los aprovechamientos de sus pastos por los ganados pertenecientes a los habitantes de los poblados cercanos a esta inmensa finca fronteriza entre las provincias de Ávila y Segovia. Y también, durante todo el periodo de existencia de la Mesta, al uso  temporal de sus pastos por la trashumancia a su paso por las cañadas que le cruzan.

El Campo Azálvaro vierte sus aguas dando lugar al nacimiento del Rio Voltoya. Este lo atraviesa a lo largo de todo el valle, siendo uno de los mejores lugares acondicionados para el pastoreo. La importancia de esta vasta extensión de pastos está reflejada con la confluencia de la Cañada Leonesa de Valdeburón, que entrando por la Hoya de S. Bernabé, al Norte, atraviesa el Campo Azálvaro hacia Sur y sale superando la Sierra de Malagón. Y por otro lado, uno de los cordeles de la Cañada Segoviana, u Oriental Soriana, que entrando por Valposado, al Noreste, (término de El Espinar), lo recorre en dirección Oeste, saliendo por el paraje conocido como la Humbría.

Anteriormente a la Edad Media no tenemos datos que den luz a informaciones sobre el Campo Azálvaro. Indudablemente, en el periodo romano tuvo que tener alguna actividad, y sin duda fue lugar de paso, como lo demuestra el puente conocido como de “las Merinas”,cuyo origen, se remonta a este periodo romano.  Las primeras referencias documentales que nos han llegado corresponden al año 1103. Es un periodo de plena expansión de los reinos cristianos en toda la Península. Alfonso VI consigue llevar a cabo la reconquista hasta Toledo unos cuantos años antes, 1085, ya en la Meseta sur.


Esta empresa no hubiera sido posible sin el asentamiento y consolidación de una serie de poblaciones que sirvieran de apoyo y abastecimiento de sus huestes “aquende sierra” en la llamada entonces “Extremadura Castellana”. Reinando Fernando I (1037-1065), ya se habían hecho incursiones a las antiguas ciudades semidespobladas, de la sierra, Ávila y Segovia. Se cree que Alfonso VI llegó a ellas antes del 1080, y a Madrid en 1083. Estas repoblaciones de dichas ciudades, que se llevaron a cabo por Raimundo de Borgoña, siguiendo el planteamiento de su suegro el rey, se ordenaron con colaciones, villarejos, aldegañas, aldeas y concejos, que tejieron toda una red de pequeñas poblaciones en los nuevos territorios conquistados. A tenor de estas pautas, en 1103 Raimundo de Borgoña, junto con el obispo Jerónimo de Ávila (encargado de crear el nuevo obispado de esta ciudad dependiente del de Santiago) donan al monasterio de S. Millán de la Cogolla, la iglesia de S. Millán de Ávila, así como las aldeas de Caloco y otra próxima junto al Campo Azálvaro (¿El Espinar?).

Dichas aldeas estaban situadas en el recorrido utilizado frecuentemente, tanto por las huestes musulmanas, como cristianas (Ramiro II en 933, Abderraman III en 944, Ali Maizon en 1072, Alfonso VI ,el Conde Pedro Ansurez, etc.), para salvar por el puerto de Valathome la conocida entonces como Sierra del Dragón (posteriormente de Guadarrama), y pasar de una a otra meseta. Por ser uno de los puntos más bajos y menos duros del Sistema Central. Como vemos, dichas aldeas estaba estratégicamente situadas.


A medida que la repoblación de la Extremadura Castellana se va consolidando en el siglo XI, van surgiendo las universidades comunales, es decir las comunidades de las ciudades y sus tierras. Así las de Ávila y Segovia llegan a tener un papel fundamental en la reconquista y población de “allende la Sierra del Dragón”. Segovia con su “Hermandad” de huestes (compuestas con más de 5000 peones y 400 jinetes, eran las más poderosas de la Península), consigue llegar cerca de las puertas de Toledo, poblando casi todos los territorios de la actual provincia de Madrid.

Estas comunidades se fueron dividiendo en sexmos, y aunque esta denominación hace referencia a seis partes, la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia, que empezó con seis sexmos (ya en el siglo XI era una comunidad muy extensa según Manuel González Herrero en su publicación “Segovia, Pueblo, Ciudad y Tierra”). En el siglo siguiente, a medida que se fue expandiendo hacia el sur, llegó a estar compuesta por trece sexmos. Así el Campo Azálvaro quedó repartido entre el Sexmo de Posaderas, el de S. Martín (estos con el tiempo se fusionaron, quedando el nombre de este último), y de El Espinar.
Los habitantes de las aldeas, que formaban parte de estos sexmos, fueron los que a lo largo del tiempo principalmente aprovecharon estos pastos para sus ganados, alquilando por periodos de cuatro años a la Comunidad las diferentes partes del Campo Azálvaro. Tan solo con la crisis de 1501-1505, ante la penuria general, por un periodo de dos años, no se arrendaron dichos pastos. Pero unos pocos años después, ante el aumento de la población (El Espinar llego a tener 1000 vecinos y 5000 habitantes, la más poblada después de Segovia), los sexmos de S. Martín y de El Espinar piden al Consejo Real permiso para arrendar el Campo Azálvaro a la ciudad de Segovia,”…pagando más, para poder labrar dicho campo y tierra de pan”. Pues rentaría entre 30.000 y 40.000 maravedís más que hasta esos momentos venía rentando.

Igualmente, la Mesta tenía este territorio como lugar de reunión de los ganados de Ávila y Segovia. Las cabañas de ganado trashumante a su paso por las cañadas hicieron uso de dichos pastos. Según María Asenjo (en su libro “Segovia, Ciudad y su Tierra a finales del Medievo”), los sexmos de S. Martín y de El Espinar, fueron los más estrechamente vinculados con la Mesta. Aunque los lugares de Aldeavieja, Villacastín, Navas de Zarzuela y El Espinar fueron los que más aumentaron creciendo en población, ganados y economía, nos han llegado noticia de otros términos como caseríos, villarejos y aldehuelas que con el tiempo quedaron despoblados, así como de explotaciones ganaderas que han llegado a nuestros días (Villarejo de Valposado, Navaznar, el Guijo, Navalvillar, Santo Domingo de la Cañada, Villarejos de Valdelobiellos, Albarrana, Arroyos, Azuelas, Ciervos, Valdevillo, la Isabela, el Hatillo, Batanejos, las Erijuelas, casillas del Sapo, el Alamillo, Serones, etc.).
A finales del siglo XIV, existía un castillo con gran heredamiento adyacente. Era conocido como Sanchoñana, o Sanchonava. Era propiedad de Dª Teresa González, hija del abulense Nuño González, y mujer de Juan Ortiz Calderón (Justicia Mayor de Talavera). Esta señora dispuso la venta del castillo en su testamento, recayendo en D. Sánchez Ferránz, el deán de su iglesia, el adquirirlo en nombre de la ciudad de Segovia por 35.000 maravedíes viejos. Se hizo la subasta en el mismo castillo, y con esto quedó el Campo Azálvaro como coto redondeado y libre de condominios.


El Sexmo de El Espinar estaba compuesto por los villarejos y las aldeas primitivas de Stª Mª de Prados, Nuestra Sª de la Losa, S. Miguel, Stª María de Caloco, StºDomingo de la Cañada, y el mismo Espinar,  más las aldeas y villarejos  surgidos durante los siglos XV y XVI de Peguerinos, Hoyo, la Guija, Arroyo, Azuelas, la Lastra (la mayoría despoblados con el tiempo), así como las fincas de Campo Azálvaro, dehesas de la Garganta, del Portillo, Dehesa, Prados, Boyal, las Fuentecillas, Gudillos y agregados. El Espinar podría ser, por eliminación, la “aldea cercana” a la que se refiere en el documento de cesión de 1103, ya que los demás puntos poblados aparecen como villarejos o caseríos. En el último tercio de este siglo Alfonso VIII había enviado a pastar la ganadería de ovejas merinas de la dote de su mujer, la reina Leonor, a estos valles, y las personas que vinieron con esta ganadería construían la primera iglesia a S. Eutropio. Unos pocos años después, sobre 1215, Enrique I levanta un palacio de caza en el Cabezuelo, palacio que Alfonso XI (1312-1350) amplía y mejora (recordemos la mención que hace en su Libro de Montería sobre “… Las dehesas del Espinar son un buen monte de puerco en todo el tiempo. La Garganta de Ruy Velázquez, es muy buen monte de osos y puerco en verano, …”). Pero según María Asenjo, cuando en 1297 la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia otorga la Carta Puebla, El Espinar ya era cabeza de sexmo, tenía una organización social jerarquizada en la cual destacan entre sus personajes los llamados cuadrilleros, con funciones jerárquicas administrativas, reparto de tierras y mantenimiento de obligaciones militares. Y aunque en su primera puebla, Segovia incluye parte de la gran finca del Campo Azálvaro, en las sucesivas pueblas de 1317 y 1368, las ampliaciones de concesiones de tierras son hacia el Sur y el Este, abarcando ya la antigua aldea de Stª. Mª de Prados, motivo de largos y duros pleitos con dicha Comunidad.

Continuando con la Historia del Campo Azálvaro, en el siglo XII, aunque el empeño estaba en avanzar lo máximo posible hacia el Sur, surgieron los desacuerdos inevitables entre los lindes de unas y otras  comunidades. Entre las comunidades de Ávila y Segovia, este inmenso territorio de pastos era deseado por ambas ciudades. Alfonso VII (1126-1157), teniendo claro que debía eliminar cualquier tipo de rencilla que debilitase sus fuerzas en la conquista de “allende sierra”, dirimió la disputa amojonando personalmente la divisoria, recorriendo a pie los términos litigados, “… e desde el puente del Voltoya río arriba, por los altos de la sierra, y por los llanos hasta terminar en el Almacron…”, fijando donde debían ponerse los hitos, y dejando el Campo Azálvaro en el alfoz y pertenencia de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia. Unos cuantos años después, en 1172, ante una reclamación de la “Universidad de Ávila”, Alfonso VIII ratificó la delimitación realizada por su abuelo, dejando zanjado el problema y manteniendo el Campo Azálvaro como frontera y comunidad de pastos para ambas Comunidades, no habiendo más disputas hasta 1389, en que la Cancillería de Valladolid falló sentencia, de nuevo, a favor de Segovia y dando por concluidas las desavenencias entre ambas provincias por este territorio definitivamente.

Si hubo otros litigios por diversas desavenencias que no afectaban ya a las dos Ciudades. Como la que tuvo lugar en 1483, cuando el Dr. Puebla, Juez Corregidor por Segovia, precisó dictar sentencia señalando los límites de la extensísima finca con Navalperal, Serones, Ciervos y Valdevillo. Y unas décadas más tarde, los jueces también tuvieron que fallar a favor de Segovia por otros litigios con Dª Catalina de la Lama (dama de la nobleza segoviana), y el Duque del Infantado.

Desde Alfonso VIII las principales disputas de la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia se centraron en las sucesivas perdidas de los territorios y sexmos al otro lado de la sierra “allende sierra”. En 1190 Alfonso VIII había confirmado el privilegio de todos los sexmos segovianos con todas sus aldeas, pero 24 años después, poco antes de morir, el Sexmo de Tajuña, lo enajenó para entregárselo al Arzobispo de Toledo. Durante el siglo XV, similar suerte corrieron los sexmos de Manzanares (entregado al Marqués de Santillana en 1446 por Juan II) y el de Valdemoro (entregado a los Marqueses de Moya por los Reyes Católicos en 1480). Y lo mismo ocurrió con las principales fincas donde los sucesivos reyes pusieron sus ojos para la construcción de monasterios y palacios (El Escorial, Stª Mª del Paular, La Granja de S. Ildefonso, Riofrio). Con la gran crisis del siglo XIX entre la Ciudad y la Tierra y el vendaval de la Desamortización, la inmensa mayoría de los territorios y fincas fueron a parar a manos de particulares. Por esta razón el Campo Azálvaro perdió su condición de coto redondeado y libre de condominios. La desamortización se llevó los miles y miles de hectáreas del Campo Azálvaro, los pinares de Valsain y del Paular, así como la venta, en 1868, de extensos y amplios lijares del Campo Azálvaro, y los de toda la sierra desde El Espinar hasta los lindes con la Comunidad de Pedraza. Quedando la Comunidad en gran precariedad de la cual no se ha vuelto a recuperar. Encontrándose todos estos territorios como Patrimonio de la Corona, o en manos de particulares.

Otras de las consecuencias ante esta situación, junto con la crisis y desaparición de la Mesta, fue que las cabañas de ganados bovinos que disfrutaban de todos estos pastos, desparecieron. Y aunque en algunos casos se conservaron algunos derechos de pastoreo, en poco tiempo, estos derechos, se fueron perdiendo con el consiguiente perjuicio para las ganaderías estantes también. Entre otros perjuicios, partes importantes de las cañadas y cordeles fueron ocupados por los particulares colindantes, se llevaron a cabo talas incontroladas, y ya en 1867 hay dudas de qué ha pasado con el fabuloso robledal de Valposado (en uno de los accesos al Campo Azálvaro).


En cuanto a las vías de comunicación no se tiene conocimiento de ventas ni alberguerías que dieran servicio a los transeúntes de estos terrenos (se utilizaban las cañadas siempre para usos ganaderos), lo cual sí ocurre en otras carreras, como es el caso de la “Carrera de Ávila” que va por Villacastín, con numerosas ventas y alberguerías. Esto junto con los planos de las carreras, que históricamente se han utilizado, nos confirman que, al menos, desde la Baja Edad Media, no ha sido una ruta transitada a excepción de los usos ganaderos. Así, se deduce de la planimetría aportada por María Asenjo en su libro “Segovia, Ciudad y Tierra a finales del Medievo”, donde se refleja que de Madrid salía la carrera, que pasando por Móstoles llegaba a Brunete, donde se bifurcaba en dos. La carrera que pasaba por Robledo de Chavela y Navas del Marqués, para llegar a Ávila. Y la carrera que pasando por Valdemorillo, llegaba a Guadarrama. En ese punto había una nueva bifurcación, la que atravesaba la sierra por la Fuenfría para llegar a Segovia. Y la que cruzando por el puerto de Valathome (después llamado de la Tablada y más tarde del Arcipreste) pasaba por El Espinar (según dice en su Carta Puebla de 1297 “…la carrera de Ávila que va entre Pero Vique y Cabeza Hermosa…”), y de allí a Villacastín, para dirigirse a Ávila.

Desde hace unas décadas los abulenses han puesto sus esperanzas de acortar distancias con Madrid construyendo una vía rápida que aprovechando la vieja carretera impulsada por el Conde de Mayalde en la primera mitad del siglo XX, atraviesa la gran finca de caza y pastos ganaderos del Campo Azalvaro. Será esta otra etapa más de la gran finca segoviana.

Servando Hurtado González 
Abril de 2020