"Panorámica retrospectiva del 1974-75" por JACINTO SANTAMARIA

20 de septiembre de 1974.-Ya se fueron los veraneantes. Ya se queda la sierra triste y oscura, como cuando antes se iban los pastores para Extremadura. El otoño ha teñido el bosque y el campo de policromía maravillosa y el ambiente es ahora de paz, de silencio, de descanso, de melancolía. Las calles de El Espinar son más recoletas, más íntimas, más entrañables. Las tertulias en torno a los "chatos" de Manso y de Julián son más auténticas, más consustanciales con el pueblo: se habla de la poca hierba cosechada, de la escasez de níscalos, del Club Deportivo Espinar, que tiene grandes ilusiones ...

Otoño de 1974.- Sol tibio, que acaricia con delicadeza de madre a bebé; es una delicia la tarde de este prolongado veranillo de San Martín, con olor a hierba húmeda, con las salpicaduras de las mil especies de setas variopintas, con el bucolismo de las vacas pastando mansamente. Los domingos, las calles vuelven a recordarnos las del periodo veraniego: se alzan persianas en "Los Rosales", se inunda de coches y de gente La Corredera, huele otra vez a calamares fritos y Laureano el de Cebreros ve otras tardes lleno su típico rincón de entusiasta clientela. Se rellenan quinielas en "El Chato" mientras se engullen sus clásicos torreznos, 'y se baja a Los llanos a presenciar los partidos de la liga comarcal; el equipo verdiblanco camina firme hacia el Campeonato.

Invierno de 1974.- Apenas hace frío; por eso siguen acudiendo las familias numerosas con sus retoños; los niños han perdido ya el tostado del sol de verano y vienen ahora como si quisieran recuperarlo en estos cortos fines de semana En el pueblo, un año más viejo, mueren algunos y nacen otros; funciona la estadística de don Alejandro inscribiendo bautizos, bodas, entierros... Dentro del noble templo herreriano hace ya frío durante la misa de doce. Mariano el sacristán entrena a su coro femenino en el Aleluya para que suene mejor en el verano próximo; y Ruira inicia a sus huestes en los compases del recién nacido "Bimbo" para que se baile en La Corredera cuando vuelvan las tardes del estío. El equipo de fútbol sigue cosechando puntos dentro y fuera de casa ...
Navidad de 1974.- No hay nieve como la hubo en 1973. Ni mucho frío en las calles. Los madrileños nos llegamos aquí. como tantos años, buscando en la Navidad y en la Nochevieja espinariegas un poco de sinceridad, de cordialidad, de intimidad. tan incompatibles con las fiestas madrileñas de estos días.  Y lo encontramos dentro del seno de estas familias. Yo, y otros como yo,  tenemos mucho que agradecer a El Espinar y a sus gentes  por las dichosas horas pasadas aquí asistiendo al nacimiento del nuevo año.  Que Dios os lo pague.
Primavera de 1975.- Hierba jugosa, verde, fresca, abundante. Y asfalto negro y humeante en las calles de Cantarranas, en el camino de Los Llanos, en la carretera del Cristo. Ya no habrá polvo en la caminata hacia la ermita y ya podrá irse en coche o andando hasta las puertas del nuevo estadio ... ¡Si, del nuevo estadio! Flamante. blanco en sus vallas, arrogante en su tribuna. aunque todavía pardo en terreno. Y los integrantes del once de su equipo, agradecidos, nobles y heroicos, aúpan a su Club... ¡Ya son campeones! Cena por todo lo alto en el restaurante "Los Rosales", entrega de trofeos, discursos de directivos y del señor Alcalde...; y hasta alguna lagrima de emoción. ¡Ya es campeón el Club Deportivo Espinar!

Junio de 1975.- Llueve, hace frío, como si se hubiese acordado ahora el Hombre del Tiempo de que no lo hizo cuando era su obligación: en invierno. Pero trabajan los hombres en La Panera y hacen allí el más atrayente y acogedor lugar de esparcimiento: piscinas, barbacoas, aparcamiento a lo grande, pasare las y puentecillas de cuentos de hadas ... Las jornadas domingueras se llenan de familias y de enamorados; y las copas de los pinos acogen cariñosamente las risas infantiles, las promesas de amor eterno y el tufillo de los asados. Todo es presagio del verano que se acerca. Los bares del pueblo se llenan en estos fines de semana: Sermari,. se especializa en cangrejos de a cinco duros per cápita; el bar Rolar, busca desesperadamente un camarero para su terraza; y en el nuevo barrio de la entrada del pueblo surge un típico mesón: el de Manín; con alegorías, de Lucecita y osamentas de bueyes para ambientar el asado de chuletas y perniles; con la eterna sonrisa de hombre bueno y feliz atendiendo a sus clientes, todos amigos porque Manín es amigo de todos. En las casas, viejas y nuevas, los balcones se adornan con el clásico trapo blanco buscando clientes veraneantes; y las nuevas se alquilan mejor que les viejas, porque la vida ha progresado y el forastero busca confort: frigorífico, lavadora, jardín, piscina.,.

Verano de 1975.- La invasión. En proporciones mayores a la de otros años. Caras conocidas, pero caras nuevas también. Y niños, muchos niños... Los sesenta espinariegos bautizados en un año por don Alejandro apenas significan algo frente a los seiscientos madrileños nuevos llegados este verano. Bueno, no es que la estadística particular de uno pretenda ser irrebatible, pero más o menos ... El problema de la circulación se hace también aquí agobiante; tardío, pero seguro, aparece la estampa de Ignacio. el inmaculado guardia "de la porra" sin porra, pero con silbato estridente, adornando más que ordenando el minicaos circulatorio de la Plaza del Ayuntamiento. Le secundan Manso y Turreros; y también tardío pero seguro -tardío por culpa de una inoportuna enfermedad- aparece la figura simpática del Jefe de la Policía Municipal: Maganto, sonriente y cordial.

Fiestas de agosto.- Por lo grande. con toros, con novillos, con toreo cómico; precedidas de la actuación de los "comics" de la tele: Fofó y Compañía, a veinte duros por cada biberón entrado y a cuarenta por cada carcajada de adulto. Pero más caros saldrían los pases de Roberto Domínguez y no por eso dejó de acudir gente a la plaza de toros.

Este año las fiestas fueron más completas para los espinariegos. Por aquella de la hierba; "Año de la Hierba" le llaman al presente: los paquetes segados se cuentan por miles incluso entre los cosechadores modestos; de los grandes, no hablemos; húbolos que trabajaron en tres meses más que en el resto del año, pero ... ¡daba un gustirrinin recontar cada día mil, dos mil, tres mil paquetes, frescos,  jugosos, aromáticos...! Rebosan los pajares y dícese que hubo cosechón tres veces superior al normal en muchos años. A lo mejor, con un poco de suerte, este invierno no sube demasiado la ternera.
La terraza del Rolar, al completo. Con camarero elegante: de blanco y negro, como está mandado, atento, servicial, infatigable, de los que no rompen un plato ni derraman un güisqui; conste que uno le conoció incidentalmente como “maitre” de un restaurante de cuatro tenedores... Todo un símbolo del progreso de El Espinar, y El Espinar crece: 60 nacimientos, 30 bodas y sólo 20 defunciones, en números redondos; y nuevas viviendas y chales por los cuatro costados, bloques construidos a pala de grúa. apartamentos con terrazas, garajes, chimeneas francesas, zonas verdes... que se alzan quizás un poco a destono con la fisonomía serrana del pueblo,  al que van dándole un aire de pequeña ciudad. Hasta surge una Cooperativa y se yerguen ya los armazones de medio centenar de viviendas «modestas-, de a millón y pico; son estos millonarios los mismos que hasta hace unos años alquilaban una o dos habitaciones de sus viejas casas a familias de verdad modesta s; nuevos símbolos de que todo aquí progresa. Como símbolos son también las constantes reservas de mesa en “La Hostería”, en “Los Picos” o en “La Típica” para hallar asiento ante sus respectivas especialidades culinarias: entre las que destaco, naturalmente, el cordero asado.

Y sigue poniendo su nota clásica, incomparable, quizá la única que no muere de cuantas conocimos los viejos veraneantes, la presencia de la Banda Municipal; incansable, inmaculada en su uniformidad, disciplina y actuación, pero manteniendo casi religiosamente entre su moderno repertorio la ancestral Respingona, para  regusto de viejos y jóvenes, para arrancar cada día el alarido de júbilo en La Corredera cuando Ruira levanta la batuta para iniciar sus primeras notas.

Hemos llegado así, entre días de paz y sosiego. entre fines de semana con reencuentros alegres y precursores del verano, entre la algarabía de los primeros veraneantes y el relevo de los siguientes, entre fiestas pequeñas y grandes, a estas Grandes Fiestas del Santo Cristo del Caloco. Que se anuncian prometedoras de con· cursos, de espectáculos, de desfiles de pandas y capeas de quintos, de procesiones emotivas y de romería al viejo Cerro. Como ayer, como hace 25 años, como hace un siglo, como siempre. Quiera Dios que nada turbe tampoco este año la sana alegría de espinariegos nativos y foráneos unidos en la hermosa y alegre convivencia de tres meses, hasta que la traca de la medianoche del domingo 21 señale la hora de las despedidas, de la dispersión y... del volver a empezar de nuevo. De soñar con El Espinar tranquilo del otoño, bucólico de la Navidad, alegre de la primavera y explosivo del verano. Que el Santísimo Cristo del Caloco nos acompañe a todos y que todos volvamos a reunirnos ante Él en septiembre de 1976.

J. Santamaría

________________________________________________________________________

Otras entradas sobre historia de El Espinar