RELATO PARA LEER: "Los excursionistas"

Artículo publicado en la revista semanal "EL DEPORTE VELOCIPEDICO" el 29 de Julio de 1896, redactado por A. Villegas. En él nombran al famoso hotel del Arquitecto Tomás Aranguren, "Santa Adelaida". 

PORTADA DE LA REVISTA "EL DEPORTE VELOCIPEDICO"
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Noventa y cinco kilómetros, con el puerto de Guadarrama en medio, le asustan a cualquiera. 

Una excursión así hay que pensarla poco para atreverse con ella. Sin embargo, nuestros excursionistas son gente que no se para en barras ni en cuestas, y allá fueron los amigos de “EL DEPORTE” camino de Segovia.


Los menos madrugadores tomaron el tren para unirse en El Espinar a sus compañeros. Los demás salieron de San Antonio de la Florida a las cinco de la mañana del sábado, empleando tres horas y media en los 25 kilómetros primeros, por causa de una cámara que se pinchó y hubo necesidad de desmontar hasta seis veces. 

A las nueve y media llegamos a Villalba. Allí se separó del grupo D. Lorenzo Campos, que iba A El Escorial y salió con nosotros de Madrid, siendo nuestra Providencia en el camino, pues gracias a lo bien preparado que iba de provisiones, pudimos desayunarnos opíparamente. También el organizador Sr. Dié puso una buena parte del desayuno. Los demás nos quedamos en Villalba un buen rato, siendo obsequiados en el hotel de D. Valeriano Pérez…. (el conocido dueño de la empresa anunciadora Los Tiroleses), cuyo hijo Simón, compañero ciclista, nos aguardaba en la carretera para acompañarnos a su casa. Recorrimos toda la hermosa finca de recreo que posee aquella amable familia, y continuamos nuestra excursión a una gran marcha por la deliciosa carretera que hay desde allí hasta Guadarrama.

Ya al pie de la subida del puerto creímos conveniente tomar más alimento, que nos diese fuerzas para subir al Alto del León.

El que menos se bebió cuatro huevos crudos. Fosforito, que había estado de verbena y se fue con nosotros aguijoneado por la envidia al vernos marchar, empezaba a ser atacado por el sueño y resolvió subir el puerto a pie con todos los demás, a pesar de habernos dicho al salir que subiría montado algunos kilómetros.

El único que subió sobre la máquina cinco kilómetros fue nuestro Director, el amigo Sierra, que llegó a San Rafael cerca de tres horas antes que nosotros. ¡Dios le conserve las piernas!

Cinco kilómetros antes del Espinar está el hotel Santa Adelaida, propiedad de D. Tomás Aranguren, en el cual están pasando el verano también las familias de D. Amalio Fernández, D. José Carmena y los Sres. de Gómez Terrones, con su simpático Fidel, alegría de la casa y entusiasta ciclista.


Allí nos reunimos con los compañeros que habían ido en el tren. Éramos entre todos los siguientes: Dié, Shaw, Espada, Martínez, Sierra (J.M.), Arques, Muñoz, Amiel, Don Chele, Fosforito y un servidor de ustedes.

Nuestro querido amigo D. Amalio, como organizador que era también de la excursión de “EL DEPORTE”, había preparado para recibirnos cohetes, bengalas, preciosos fuegos artificiales y juegos de pólvora, iluminación, música, etc. Todo el pueblo de El Espinar estaba dispuesto a salir a recibirnos... pero... la fatalidad hizo que por una palabra que faltó en una carta de Sierra dirigida a D. Amalio, éste creyó que la hora de llegada era las once de la noche en vez de las once de la mañana.
Esto desbarató todos los planes del recibimiento que se nos tenía preparado y proporcionó a la familia del Sr. Fernández dobles molestias, porque inmediatamente improvisaron un almuerzo para obsequiarnos y dispusieron camas para que descansaran los que quisieran.

La señora de Fernández no se dio un momento de reposo, haciendo los honores de la casa y obsequiando a la plaga de ciclistas que habían caído allí cuando menos lo esperaban. Ayudaron a la señora de Fernández su bellísima cuñadita Juana y la señora de Terrones. El Sr. Aranguren puso a la disposición de los ciclistas sus habitaciones.

En resumen, que pusimos en movimiento a toda aquella casa y que nunca podremos pagar las atenciones que con nosotros tuvo aquella pequeña colonia veraniega, cuya vida tranquila fuimos a perturbar por algunas horas.
Después de un suculento almuerzo, el notable pintor D Amalio demostró dominar también a la perfección el arte de la fotografía, haciendo los dos preciosos grupos que se publican en este número.
¡Lástima que el grabado no luzca tanto como las pruebas fotográficas que hemos tenido el gusto de ver!

Un pequeño disgusto hubo que lamentar. Nuestro compañero Sr. Shaw tuvo la desgracia de caerse, produciéndose algunas rozaduras, que le fueron curadas (con una maestría hija de la experiencia adquirida en si  mismo) por D. Amalio, que se sirvió del botiquín del ciclista.

Llegada la noche, cenamos en la fonda de San Rafael, donde nos quedamos a dormir, y a las cinco de la mañana salimos para Segovia, a donde llegamos a las ocho, lamentando que no nos acompañara D. Amalio Fernández, a quien una ligera indisposición retuvo en su casa.

Visitamos La Granja, recorrimos la población y por la tarde fuimos a la inauguración del velódromo del Sr. Matos.


Para mí las carreras tenían un gran atractivo y pasé una tarde muy buena. Corría Gustavo Sierra, compañero de excursiones y amigo queridísimo, a quien yo había augurado los triunfos que logró conquistar en la pista. Su hermano Pepe no quería dejarle correr, y contribuí mucho a que le dejara, convenciéndole de que haría buen papel. Por eso fue para mí una satisfacción muy grande ver cumplidos mis pronósticos. El joven Gustavín fue el héroe de la tarde, el que se llevó más aplausos, el que conquistó las simpatías del público.

Todos los primeros premios fueron ganados con máquinas Quadrant. Otra satisfacción para mí, que tengo el honor de montar la misma marca.

Desde el velódromo nos fuimos al tren y regresamos á Madrid todos satisfechos y contentos.


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