Hablar de la doma y monta a la vaquera, es hablar de una disciplina hípica propia de España, es una manera de domar y montar que, a través de los tiempos se ha transmitido de generación en generación.
Al jinete que durante muchas horas del día, cabalgaba en las labores cotidianas y necesarias de una “ganadería” le denominamos “vaquero”.
El binomio jinete-caballo asumen unas características que no contemplan otras disciplinas ecuestres, como son los arneses del caballo, cabezada con mosquero, embocadura y cadenilla empavonados, y por otro lado, montura de albardilla con teja, que es a lo que en la actualidad se denomina “silla a la vaquera”.
Por las exigencias del trabajo a campo abierto, en muchas ocasiones con ganado “bravo”, era y es conveniente disponer de un caballo “revuelto y sumiso” a la voluntad del jinete.
El “vaquero” pasaba largo tiempo anclado sobre su montura guardando y vigilando a su ganado, de ahí que pudiera disponer de tiempo para de manera apropiada poner en forma a su caballo, adiestrándole en ejercicios nuevos que le sirvieran para desarrollar mejor su cometido en las tareas del campo: desde su caballo ha de abrir porteras, desahijar a los becerros/as de sus madres, apartar y encerrar, aunque hoy día estas actividades se vean modificadas por las modernas tecnologías.
Antaño, el vaquero acudía con su caballo y sus mejores galas a las ferias y fiestas locales y comarcales que se celebraban en pueblos en un entorno más o menos amplio, donde disfrutaban de la exhibición de sus habilidades en ejercicios vistosos, llenos de arte, armonía y belleza.
De aquellas costumbres espontáneas, nació lo que hoy llamamos “concursos de doma a la vaquera”.
Han pasado muchos años en que ganaderías enteras de reses, viajaban a lo largo y ancho de la Península a través de las “Cañadas Reales”, dirigidas a la voz del caballista o caballistas, sin más ayuda que una “garrocha” o palo de verguera, montados en sus “jacas camperas” y en medio del silencio de aquellas veredas, cordeles y cañadas, acompañados de bramidos y rugidos, con restañes de espuelas y relinchos.
El trabajo del vaquero era de sol a sol, lo que sugería y hacía necesario disponer de una silla cómoda y apropiada como era la “albardilla”, que, modificada a lo largo de los tiempos, ha dado como resultado lo que hoy denominamos “silla a la vaquera”.
Hoy día, el caballo vaquero o campero, uno de los animales más bellos de España y Portugal, se está viendo desplazado a labores más apropiadas a nuestros tiempos, como son los tradicionales “ENCIERROS CAMPESTRES”, caza de liebres con galgos, concursos de doma a la vaquera, rejoneo, y una amplia gama de utilización y disfrute del ocio...
Nuestra provincia, que fue sede de aquellas mesnadas concejiles de la Edad Media en que la figura del “caballero” jugó un papel intrínseco en la vida municipal, ha conservado durante siglos el disfrute y gusto por el mundo equino, siendo singularmente en nuestros días acogedora y promotora de espectáculos festivos en los que se desarrollan, con gran mérito, participación y belleza, “ENCIERROS CAMPESTRES” convertidos ya en tradiciones que, a veces, son centenarias. El arraigo de estos encierros, con características propias en cada población, hace que JINETE, CABALLO Y TORO, sean ya un elemento destacado y significativo de la idiosincrasia propia de la provincia de Segovia.
TEXTOS:
Juan Carlos Llorente Mínguez
Isaías Salamanca Ortega
Juan Carlos Llorente Mínguez
Isaías Salamanca Ortega
FOTOS:
Nacho Portillo
Archivo Municipal del Ayuntamiento de Cuéllar
Nacho Portillo
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